sábado, 15 de marzo de 2014

El cariño desde la tierra

Todo comenzaba desde un camino solitario y estrecho, donde nada mas que el bello silencio y la naturaleza me envolvieron como siempre con un calor que penetraba mi piel y que me enseñaba una vez más cuan importante se volvía para mi la experiencia de conocer mas allá de lo cotidiano. 
A la entrada solo nos salían a encontrar algunas vacas y terneros que pastaban a la orilla del camino, se giraban con su mirada inquietante de quienes eran los que se acercaban a su hogar. 
En la primera parada se hacia necesario preguntan a un campesino que si aquella casa de madera azulosa pertenecía a la mujer que veníamos a visitar, sin embargo con una amabilidad que solo en aquellos lugares apartados logramos encontrar, nos señalo que algunas parcelas más al interior lograrías encontrar precisamente a quien buscábamos.  El estrecho camino continuaba, insertos en las montañas, se aproximaba el primer portón que debíamos abrir para continuar. 
Una pendiente bastante pronunciada nos guiaba justamente a la orilla del río que nos afirmaba que estábamos cerca de la buscada experiencia que viviríamos aquel día junto a una pequeña, pero inigualable familia. 
Mirábamos hacia un lado y otro, y ninguna referencia hallábamos de que viviera alguna familia por el sector, así que por una misericordiosa buena suerte o quizás simplemente casualidad, la señal del celular de mi estimado amigo Yayo ( The Real Yayo) apareció y llamo a la buscada señora Patricia, para por fin poder encontrar el sentido que debíamos seguir para llegar a su hogar. Avanzamos unos metros más y ahí estaba, tal cual como muchas veces nos referimos con la expresión "en la punta del cerro", haciendo señales con su brazo alzado a que debíamos retroceder un poco para detenernos a las afueras de su casa. 
Ya estábamos ahí en las afueras de su gran campo, que lo bordeaba un inigualable río de aguas verdosas. 
Ella era Patricia, una mujer delgada, afectuosa y que desde el momento que se asomo a recibirnos, nos entrego una enorme sonrisa que demostraba la alegría que sentía de que fuéramos a visitar su humilde, pero cálido hogar. 
Algunos perros ovejeros y gallinas salían también al paso para recibirnos. 
Entramos a su casa y estaba él, un señor bastante sencillo y silencioso, pero que con mucha cordialidad nos invitaba a tomar asiento. 
"Los estábamos esperando desde ayer, pensábamos que no vendrían", fueron algunas de las palabras que daban inicio a un completo día de conversaciones. 
Sírvase sopaipillitas, pansito, hay mermelada; el hombre esta listo para prepararles un cordero patagonico para que prueben, dijo ella.  
La verdad me sentía demasiado atendido en aquel lugar, detalles por todos lados por parte de ellos.
Mientras compartía un mate con los señores, apareció el pequeño de la casa, andaba jugando mas abajo, creo recordar que estaba cazando por esos lados. 
Se aproximaba la hora de almorzar y entonces había que ir a buscar un poco de verduras para acompañar el cordero que preparaba el dueño de casa. Así que salimos al patio donde la señora Patricia sembraba sus verduras, muchas papas, repollos y otras tantas cosas que no sabría distinguir a simple vista como ella lo hacia. Me impresionaba lo importante que se volvía para ella sus verduras, como las cuidaba y todo el esfuerzo que realizaba cada día para satisfacer la alimentación de la familia. 
Regresamos a la casa estaba todo listo para almorzar, solo faltaban las ensaladas y las ricas papas que comí aquel día, de verdad que tenían un sabor tan diferente a lo que como habitualmente, que comí y comí como si no se quitara mi apetito. En la mesa un cordero bien dorado, a pesar de que yo no soy bueno comiendo cordero, se veía muy apetitoso así que me tome la confianza de sacar un pedazo y con las mismas manos comenzar a comer. Tan solo ese sabor, esa textura y ese aroma que había en la casa me recordaban que estaba en un lugar que sabia que no olvidaría jamas. 
Realmente podría seguir y seguir contando cada detalle y cada momento en ese lugar, pero me guardaré el resto en los recuerdos y por sobre todo seguiré cantando cada vez que lo recuerde, la cueca que jamas escuchare en otro lugar, pues solo ella podría cantarla de tal forma. Y dice así: " Mi vida el diablo, el diablo se fue a bañar, mi vida y le ro y le robaron la ropa, mi vida y le ro y le robaron la ropa. Mi vida y la diabla y la diabla se reía, mi vida de ver a de ver al diablo en pelota, mi vida de ver a de ver al diablo en pelota. No te enamores diabla que el diablo lo que tiene, la plata en el bolsillo mi vida y para que suene la plata en el bolsillo mi vida y para que suene, arranca Pedro Pablo, arranca que viene el diabloooo" 

Referencias: Región de Aysén, Patagonia Chilena, Pueblo Murta.